martes, 2 de octubre de 2012

Están todos bien: ver la belleza de la vejez



Tratar el tema de la vejez puede parecer tierno para cualquier escritor o cineasta. Es una etapa de la vida que brinda muchas aristas para cualquier artista. Sin embargo, la belleza, ternura y soledad que lo acompaña se dibujan como trampas asesinas que pueden devorar la creatividad de cualquier inocente enamorado creador que quiera sorprender a los lectores o espectadores.

Por ahora, lo que corresponde a nuestra idiosincrasia americana todavía es difícil comprender y mirar con profundidad el hecho de la vejez. Por los momentos está plagado de muchos estigmas. No es muy común ver este personaje como protagonista en alguna producción cinematográfica en este continente. Por los momentos, lo que puedo citar es la película argentina “Conversaciones con mamá”. De todas maneras, dicha pieza se centra más en la visión que tiene el hijo sobre su madre entrada en la tercera edad.

“Están todos bien” (Stanno tutti bene) es una road movie donde el espectador se lanza un viaje por tren con Mateo, un viejo siciliano viudo y jubilado, que decide ir a visitar a sus cinco hijos que están repartidos en diferentes ciudades de Italia. “Este viaje sólo le sirve para comprobar que, bajo una apariencia de prosperidad y bienestar, la vida de sus hijos y sus familias está marcada por la tristeza y la insatisfacción”, reseña la página Filmaffinity.

El viaje sirve como excusa para ir mostrando, a lo largo del recorrido, todos los recuerdos del viejo Mateo, y es que pasen los años que pasen siempre los padres verán a sus hijos como los niños inocentes y juguetones.

Aquí el director se pasea en esa nostalgia de los ancianos, así como sus aparentes lagunas, del mismo modo muestra el anhelo que todos los padres tienen sobre el futuro de sus hijos, y de manera inteligente lo contrasta con los fracasos.

Lo magnífico de esta pieza es el acierto y el uso equilibrado de cada elemento dentro de la historia. Las dosis de drama y de comedia están perfectamente equilibradas. Aquí se refuerza la visión del hombre familiar y padre protector que caracteriza a la sociedad italiana.

En esta película se conjuga la angelical y auténtica actuación de Marcello Mastroianni, con el toque musical de Ennio Morricone, y el acompañamiento de Tonino Guerra y Massimo De Rita en el guión, todos bajo la batuta de Giuseppe Tornatore. Esta conjugación de talento, experiencia y creatividad entrega un producto final digno del buen cine italiano, ese cine humano, profundo, comedido y alegre a la vez.

El director Guiseppe Tornatore, más recordado por su película “Cinema Paradiso” y luego “Malena”, reitera aquí el amor que siente por Italia, sus pueblos, la sencillez de su gente, regalando personajes entrañables, nobles, de espíritu humilde, ese encontrarse con la mortalidad de forma serena, personajes sin avaricia, limpios de exageraciones, comunes, cercanos, a veces fracasados y otras dignificados. Tornatore no juzga a sus personajes, los ama, al igual que Federico Fellini amó de manera infinita a los suyos.

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