viernes, 27 de julio de 2012

La norma es ser “Siempre feliz”


El bien más apreciado por todo ser humano es la felicidad, son variados los caminos dibujados hacia ella, y muchas veces se confunde el dinero como la llave para obtenerla. En esta comedia dramática, producida y hecha en Noruega, de bajo presupuesto, que significó el debut de la cineasta Anne Sewitsky, nos habla no sólo de la atmósfera femenina y su cotidianidad, sino del encuentro de todo individuo hacia su libertad y dignidad.

Esta película está tan magistralmente manejada en su guión y actuaciones, que la fotografía y la banda sonora se sienten como acompañamientos que no pesan al ritmo de la historia.

Su nombre original es “Sykt Lykkelig”, ya verán ustedes si lo logran pronunciar, traducido al inglés como “Happy happy” y llevado al mercado hispano con el título de “Siempre feliz”. Estrenada en el 2010, obtuvo el premio del jurado en el Festival de Sundance y premio como mejor película en el Festival de Sevilla.

Tuve la oportunidad de verla en el ciclo de cine noruego que realizó la Fundación Celarg, y al salir me quedó la sensación como que debía haber sido hecha por una mujer, y no me equivoqué.

Dice así la sinopsis: A pesar de su soledad y del distanciamiento de su marido, Kaja es un ama de casa optimista y muy abierta. Elizabeth y Sigve, unos vecinos que acaban de instalarse y que parecen el paradigma del matrimonio perfecto, la tienen fascinada: son guapos, sofisticados, tienen un hijo adoptivo negro y cantan en un coro. (Por Filmafftinity)

Lo que pudo haberse planteado en una narrativa predecible soltó en varias oportunidades las carcajadas de los presentes en la sala. Fue una mirada casi inocente a la intimidad de las parejas cuando entran en conflicto. Sin embargo, ese nudo dejaba de ser tan inocente cuando tenía consecuencia en los hijos de ambas parejas.

Es justamente en el elemento de los infantes donde despliegan la genialidad y de la denuncia sutil, tanto la cineasta Anne Sewitsky como la guionista Ragnhild Tronvoll, y entregan en este film la originalidad del mensaje que quieren llevar.

El niño blanco jugando a que somete al niño negro, en paralelo uno de los padres es quien somete a la esposa, todos ellos como sujetos que repiten un patrón que consideran normal, y luego la ruptura de los prejuicios y los patrones como formas de hallar la verdadera felicidad.

También resalta el uso de la desnudez como símbolo de la libertad sexual para hallar la felicidad, valga redundar en la palabra, donde el acto en sí no es por buscar placer sino ese afecto que está deficiente en el interior del individuo. A la cantidad de elementos sorpresivos, dentro de la historia, se une también el final reivindicativo. Por todo ello vale la pena ver esta producción.

martes, 10 de julio de 2012

Almodovar: cineasta sin género


El arte dramatúrgico, o para cualquier escritor, camina entre tragedia y comedia desde los antiguos griegos. Estos géneros han ido fusionándose y evolucionando a la vez. La comedia conoció a su hermana, “la farsa”, de la mano de los italianos y luego de los españoles, así como la comedia burlesca, entre otros.

Por su parte la tragedia ha dado luz a otro género que es el drama, puede verse además en uno que se creía netamente perteneciente a los escritores románticos latinoamericanos como es el melodrama; pero lo que es indiscutible es que muy pocos dramaturgos o escritores lograban dominar la tragicomedia.

Pedro Almodóvar, como viejo león que domina el arte de la escritura para cine, y que de igual manera debe sortear con las técnicas de la tragedia impuestas por Aristóteles, ha buscado hacer su propio estilo, romper con los géneros, buscar la libertad absoluta de sus historias, así como lo ha declarado en diversas entrevistas.

Su más reciente película “La piel que habito” bien pudiera decirse que es el Almodóvar que él mismo quiso ser, un cineasta que no fuera fácil de encasillar. Aquí logró su obra maestra en cuanto a ruptura de género. En instantes puedes reírte con la historia, plantea pocos momentos absurdos, mientras en paralelo los personajes deben convertirse en acróbatas de sus propios dramas, sin perder en ningún momento la coherencia de los nudos y el desenlace.

Al principio de la década de los 80 pudiera verse a un Almodóvar torpe en cuanto a la construcción de la historia. No obstante estaba claro que buscaba plasmar los mundos interiores de sus personajes, sobre todo de las mujeres, como si fueran un árbol y del cual narraran desde su raíz hasta cada uno de sus ramajes.

Cuando llegan a las salas de cine “Pepi, Lucy, Bom y otras chicas del montón”, vemos a un cineasta joven, urbano, subversivo y sobre todo cargado de sensualidad nada pudorosa, pero técnica y dramaturgicamente torpe.

Posteriormente “¿Qué he hecho yo para merecer esto?” nuevamente llena la sala con su humor, sus personajes femeninos conflictuados, obstinadas, agresivas, atrevidas, soñadoras, apasionadas. Su humor se vuelve más hilarante cuando trae al cine una burla a la compasión de las congregaciones de monjas de la caridad con “Entre tinieblas”.

Para aquel entonces Almodóvar ya tenía un nombre hecho entre el grupo de los cineastas españoles, sin embargo no había clavado su apellido en el ámbito internacional hasta que trae “Mujeres al borde de un ataque de nervios” que le valió la calificación de comediante, así como la nominación al Oscar por mejor película de habla no inglesa, el premio al mejor guión en el Festival de Venecia y 5 premios Goya. Pero él no estaba a gusto con esa denominación.

En sus siguientes trabajos coqueteó con el drama, siempre desde la óptica femenina, por lo cual los críticos indicaron que sus historias consistían en melodramas. Así se pudo observar en “Átame”, “Tacones Lejanos” y “Carne Trémula”. En estos casos pudo observarse que dejaba a un lado el tema de la homosexualidad para enfocarse en el deseo femenino. Pero parecía que el público se cansaba de ese cineasta que resaltaba la sexualidad de sus personajes. Inclusive podría decirse que al introducir a Miguel Bosé en la película “Tacones Lejanos” buscaba la mirada internacional, pero no fue así.

Almodóvar sacó al mercado a un joven actor, Antonio Banderas, y lo convirtió en un león también, pero de la actuación, y de igual manera mostró el talento puro de la actriz Victoria Abril. Pero seguía el fantasma de “Mujeres al borde de un ataque de nervios”.

En 1999 y en el 2000 los ojos del mundo volvieron hacia Almodóvar con dos dramas de punta fina como fueron “Todo sobre mi madre” y “Hable sobre ella”. El primero le valió un premio Oscar a la mejor película de habla no inglesa, y la segunda igualmente un Oscar pero a mejor guión original. Ya en ambas películas había abandonado el conflicto de la sexualidad femenina, y ahora tocaba algo más hondo, como eran sus deseos como sujeto inmerso en las relaciones humanas. En ambos casos habló del conflicto de identidad, tanto de los homosexuales como de los travestis, e incluso de la misma mujer pero en voz de un travesti como fue en el caso de “Todo sobre mi madre”, donde una vez más dio muestra de que no perdía su sentido del humor tan particular, bien podría decirse un humor almodovariano. Les valieron premios Goya, Globo de Oro, Bafta, César, y de los Críticos de Nueva York. Con estas dos películas logró sacarse un poco el fantasma de “Mujeres al borde de un ataque de nervios”.

Ahora quedaba la incógnita, ¿pertenecía Almodóvar al género del melodrama? Tal parecía que sí. ¿Pero cómo calificar su película más atrevida “La mala educación”?, esa fue ubicada en ese género, y así entraron en el mercado su dos posteriores como fueron “Volver” y “Los abrazos rotos”, donde le dio cancha abierta a la actuación de Penélope Cruz.

“La mala educación” pasó sin pena ni gloria en el ámbito de la crítica internacional. Tal parecía que su construcción de los personajes homosexuales no le interesaba al público y tampoco a la crítica, sino que buscaban a esas mujeres neuróticas de Almodóvar. “Volver” le devolvió el respeto internacional, el cual se mantuvo con “Los abrazos rotos”.

Tampoco es fácil hablar de un cine feminista en la pluma y mirada de Almodóvar, aunque así pareciera armar su estilo. Siempre sus mujeres son heroínas, fuertes, dominantes frente al yugo masculino, independientes. Había un vaivén entre el drama y la comedia. La búsqueda del amor y la autorrealización daban a sus películas un aire de melodrama. Tal como él lo confesó en entrevistas cuando habló de la película “Volver”, lleva tras de sí mucha influencia de las mujeres de su familia y del pueblo donde creció, donde eran ellas las que llevaban el orden y control de la casa.

Pero, ¿qué pasa cuando la búsqueda del amor resulta la propia condena del personaje y se halla frente a una pesadilla?, ahí está lo complejo de la historia “La piel que habito”, donde desarrolla con absoluta libertad el tema del conflicto de identidad y en paralelo dignifica el sentir de la mujer, de una forma absolutamente brutal, rozando con el estilo del film noir francés.

Anteriormente hice el inciso de Antonio Banderas y de Victoria Abril, quienes trabajaron juntos como protagonistas en “Átame”. Cabe destacar que esta película le abrió las puertas a Banderas para el mercado estadounidense. “La piel que habito” era la expectativa del reencuentro entre Banderas y Almodóvar, pero no acompañado de Abril, sino de otra actriz con la misma energía y fuerza interna como es Elena Anaya. De hecho, así mismo la define Almodóvar, y en diversas entrevistas ha asegurado que ahora viene la etapa Anaya.

En cuanto al fenómeno de las actrices cabe destacar que primero fue Carmen Maura la chica Almodóvar, posteriormente Marisa Paredes, después Penélope Cruz, y ahora le toca a la etapa Elena Anaya.

“La piel que habito” es entrar en un estilo diferente, desconocido, sin abandonar los pequeños conciertos de sus películas, con cortos diálogos pícaros. No se trata de un juego de malos y buenos, sino de personajes aún más complejos que en sus obras anteriores, sin caer en el melodrama.

Para esta película Almodóvar le solicitó a Banderas que se olvidara de todo lo que había hecho antes. Quiso hacer un trabajo desde cero partiendo de un estilo frío de los protagonistas de los film noir francés, cosa que absolutamente logró, y Banderas con el talento y la madurez consiente el capricho del director manchego. Algunos críticos miraron de mala manera la mezcla de géneros del cine, no entendían los elementos cómicos dentro de la película. Sin embargo cabe destacar que no se puede hablar de un cine español, netamente español, o italiano, sin el más mínimo asomo de algún instrumento cómico, sería saltar a otro contexto que nada tendría que ver con la sociedad española o italiana, rompería con sus idiosincrasias.

Para algunos un pastel de estilos y géneros, para mí fue la madurez de su estilo propio.

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