jueves, 18 de octubre de 2012

Lecturas diversas de un país


¿Qué es el hábito de lectura?, bueno es lo que acostumbra a hacer una persona sedentaria, floja físicamente, echarse en cualquier rincón con un libro a pasar horas hojeando las páginas, así sea en una esquina maloliente con punketos y borrachos, o acompañado del violín que suena en los vagones del metro. Afortunadamente mi sentido del olfato viene con falla de fabricación.

A todas estas, si nos vamos al sentido práctico de la ganancia inmediata eso de poseer un hábito de lectura pues no se ve. Es decir, un ser común y corriente le parece una loquera y sinvergüenzura esa cosa de echarse a leer. ¿Para qué?, eso es una gastadera de dinero y de tiempo.

Resulta que muchos de esos ociosos lectores sendentarios, y sin vida social, escribieron. Sí, resulta que muchos de ellos se convirtieron en escritores de buena pluma, con mucha o suficiente fama, pero ahí dejaron sus pensamientos. Ajá, y lo más interesante de todo esto es que algunos de ellos no fueron de otros países, sino de la misma tierra donde te pegó el olor a arepa asada, o a ese fogón donde se cocinaba un cruzado, o quizá ese olor amargo cuando se prepara el casabe.

Sin embargo, y esto hay que tenerlo presente, primero, la génesis de todo este meollo del pensar fue en la Grecia antigua, sí, porque otra cuerda de ociosos les dio por pensar, y crearon aquello de la filosofía. Definitivamente una gente sin oficio. Hasta llego a creer que la mayoría de los griegos eran una cuerda de burgueses que mataban el ocio conversando en la plaza, y pensando de que si primero fue Dios o el hombre, mientras los esclavos trabajaban para ellos. ¿Será entonces que los que trabajamos no tenemos tiempo para leer y pensar?, tal vez ahí está la respuesta de toda mi angustia.

Pero como decía, y voy a intentar explicarme con más claridad, después de esa génesis de la filosofía de la antigua Grecia afortunadamente surgieron los trágicos griegos, es decir, la dramaturgia, la semilla de la literatura, y después de ahí, todo lo poco o mucho que conocemos del fenómeno de escribir. Libros de ciencia ficción, de investigación, poesía, etc, hasta los de autoayuda que los podemos ver desde hace unas décadas.

Hay otros señores que le dan demasiada importancia a eso de la lectura. Voy a citarlos. Por lo menos el escritor argentino Mempo Giardinelli asegura que en su país el índice de lectura es muy bajo, que ni los empresarios ni los líderes sindicales tienen ese hábito. Cosa grave pues. “En nuestro país nadie lee. Ni los docentes, ni los gobernates, ni los economistas, ni los sindicalistas, ni los empresarios”, cita textual. Cónchale chico, pero no creo que la cosa sea tan negra así como la pintas. Tal vez coincido contigo cuando dices “La vulgarización televisiva, que es uno de los mayores obstáculos para la lectura, viene alentada desde la estupidez de la dictadura”. Bueno, creo que me estás lanzando unas luces. Puede ser. Entonces me explicaría muchas cosas.

Luego sale el filósofo y sociólogo francés Gilles Lipotvetsky y dice así, como que si él fuera la eminencia en este siglo XXI, que la cultura pasó de ser subversiva a convertirse en un hecho comercial. Pero bueno, ¿es que acaso los artistas no tienen derecho a comer?, ¿de dónde crees que alimentan a su familia?, ellos también tienen derecho. Entonces el tipo, de manera tajante, explaya su idea así “El modelo del artista rebelde que rechaza las normas del mundo burgués pertenece al pasado, el arte ha pasado de ser subversivo a un arte comercial”. No señor, no estoy de acuerdo contigo, ¿cómo vas a pensar que Wisin y Yandel no son unos rebeldes, ¿tú no les ha visto los lentes oscuros y el blin blin?, eso es símbolo de una rebeldía. No le pares a esos de los carros deportivos y las modelos varias que aparecen en sus vídeos. Esos hombres, jamás, tienen los mismos deseos que un burgués.

Si la cosa fuera poca entonces aparece Václav Havel y nos dice que “sin memoria histórica no hay identidad”. ¿No sabes quién es Havel?, pues dramaturgo y teatrista que luego le tocó asumir el rol como presidente de la República Checa en dos periodos. Ajá, y entonces resulta que si yo no sé con cuántos hombres combatió Simón Bolívar en la Batalla de Carabobo acontece que no tengo identidad cultural, explícate mejor chico, porque por lo menos estoy segura que el caballo de Simón Bolívar era blanco, o eso dicen, tú sabes, es que hasta los hechos históricos y culturales se preservan en una especie de oralidad ingenua.

Lo que pasa es que estos hombres son unos ociosos de la lectura, sedentarios, fofos, de esos aburridos que no bailan en una fiesta, es decir, no son el tipo ideal para muchas. Pero bueno, en este país también existieron y existen hombres así, y para entender esta perorata de la identidad cultural pues voy a dejar una lista de los libros que creo todo venezolano y venezolana debería leer, porque yo sí creo que es vital, urgente, una identidad cultural que nos una:

- “Mensaje sin destino” de Mario Briceño Iragorry
- “Autoestima del venezolano” del Manuel Barroso
- “Doña Bárbara” de Rómulo Gallegos
- “Boves, el urogallo” de Francisco Herrera Luque
- Cualquier artículo de opinión u obra de teatro de José Ignacio Cabrujas

Y espero luego hacer otro post con una lista más grande.

miércoles, 10 de octubre de 2012

El destino de una nación y el rol de sus ciudadanos


El hombre tiene dos caminos para actuar: nada junto al destino, o mueve con fuerza sus brazos y piernas para sobreponerse a él. La coyuntura de los contextos culturales y sociales no debería limitar los sueños y oportunidades de cada uno de los seres humanos que compartimos este planeta, o una porción de tierra llamada nación.

Lamentablemente en América, específicamente Latinoamérica, la imagen vendida dentro y fuera es de pobreza. Imagen que se refuerza desde los medios de comunicación masivos, la industria cultural como el cine, se instala el uso de marcas como formas de distinguir las clases sociales, patrones culturales más de masas que de identidad propia de los pueblos.

En ese espacio, el hombre honestamente no toma un respiro, momentos de soledad, para meditar y reflexionar sobre su rol. Es meramente un títere del destino, títere de los juegos de los políticos y títere del poder económico, se siente obligado a consumir para sentirse parte de cierto grupo social.

El problema de la discriminación es tanto su factor interno como externo, pues su efecto desde el exterior es nocivo, pero más pernicioso es cuando se instala en el interior del individuo, cuando le da cabida a percepciones erradas sobre su persona, cuando desconoce de su verdadero ser, por eso es tan importante y vigente las palabras del Oráculo de Delfos que vio Sócrates “Conócete a ti mismo”.

¿Te dicen niche?, ¿te consideras un niche?, ¿te consideras un sifrino?, ¿crees que eres un resentido?, ¿te consideras alguien de mal gusto?, ¿te han dicho tuky?, y así podría sacar una serie de adjetivos que parecen divertidos pero demuestran nuestro lado prejuicioso e intolerante.

Es comprensible, tal como explica Maslow, que una de las necesidades del ser humano es el sentido de pertenencia, estar en un grupo social y ser aceptado allí, es en esa situación donde fortalece su autoestima, su amor propio, por ende en sentido contrario sería una persona con el autoestima tambaleante, y eso explica el hecho de buscar perennemente pertenecer a un grupo o subgrupo social, y a partir de ahí definir o fortalecer el patrón de su personalidad.

Ok. Toda esta cháchara para contar lo que me pasó recientemente. Discutiendo en la oficina el asunto político y social que vive en la actualidad en el país previo y después de las elecciones, mis conclusiones, bien personales y tajantes, es que más allá del asunto económico, hay un aspecto cultural y emocional enraizado, ya sea de manera positiva o negativa, según como se vea.

Yo explicaba que muchos políticos se valen de la pobreza para manipular al electorado. Pobreza que no es sólo económica sino cultural, el desconocer la historia, los hechos previos, para no tropezar con la misma piedra, así de simple, sin embargo, ese mismo pueblo, vanagloriado y a la vez burlado, al desconocer su historia es víctima de recaer.

Creo con firmeza y pasión que para destronar la pobreza cultural uno de los mecanismos importantes e indiscutibles es incentivar en el pueblo el hábito de la lectura. No obstante, aprendí que tanto al poder económico como político no le interesa que el pueblo sea culto, que lea, que no sea un títere por su ignorancia. Entonces la responsabilidad queda en manos de cada quien.

Luego de la discusión la respuesta fue: “Nadie está obligado a leer como tú Karla, no me puedes obligar a crear un hábito de lectura que no tengo, esa eres tú que te gusta”. Y recapacitando esta respuesta caigo en locha que sin duda soy una extraña en mi país, un bicho raro, una extranjera en mi patria, y sé que como yo muchos tienen la misma sensación. Que hasta la ignorancia es una elección de vida.

Me podrán decir sedentaria. En realidad no soy amante de las actividades deportivas. Y no me voy a justificar, que si el costo de los gimnasios, que si la inseguridad en la calle. Siempre he sido promotora de la frase “Querer es poder”, así que debo ser congruente con mi discurso. Pero sin duda, más daño le hace al país un pueblo ignorante que un pueblo sedentario. Los ciudadanos son los que hacen en su conglomerado y mayoría el destino de una nación.

De mi madre aprendí que si no yo hacía nada por mi destino más nadie lo iba a hacer. Ella no sólo sembró en mí la semilla del hábito de la lectura sino que formó en mí un sistema de superación a pesar de la circunstancias. Mi conclusión es que cada quien es responsable de su destino, de lo que conoce y desconoce, de sus éxitos y fracasos, de sus alegrías y tristeza, del charco sobre el que camina o las flores que acompañan su camino. Yo seguiré trabajando por lograr mis sueños, burlando los obstáculos, desarrollándome en lo intelectual y emocional, y diré como el chapulín ¡Síganme los buenos!

martes, 2 de octubre de 2012

Están todos bien: ver la belleza de la vejez



Tratar el tema de la vejez puede parecer tierno para cualquier escritor o cineasta. Es una etapa de la vida que brinda muchas aristas para cualquier artista. Sin embargo, la belleza, ternura y soledad que lo acompaña se dibujan como trampas asesinas que pueden devorar la creatividad de cualquier inocente enamorado creador que quiera sorprender a los lectores o espectadores.

Por ahora, lo que corresponde a nuestra idiosincrasia americana todavía es difícil comprender y mirar con profundidad el hecho de la vejez. Por los momentos está plagado de muchos estigmas. No es muy común ver este personaje como protagonista en alguna producción cinematográfica en este continente. Por los momentos, lo que puedo citar es la película argentina “Conversaciones con mamá”. De todas maneras, dicha pieza se centra más en la visión que tiene el hijo sobre su madre entrada en la tercera edad.

“Están todos bien” (Stanno tutti bene) es una road movie donde el espectador se lanza un viaje por tren con Mateo, un viejo siciliano viudo y jubilado, que decide ir a visitar a sus cinco hijos que están repartidos en diferentes ciudades de Italia. “Este viaje sólo le sirve para comprobar que, bajo una apariencia de prosperidad y bienestar, la vida de sus hijos y sus familias está marcada por la tristeza y la insatisfacción”, reseña la página Filmaffinity.

El viaje sirve como excusa para ir mostrando, a lo largo del recorrido, todos los recuerdos del viejo Mateo, y es que pasen los años que pasen siempre los padres verán a sus hijos como los niños inocentes y juguetones.

Aquí el director se pasea en esa nostalgia de los ancianos, así como sus aparentes lagunas, del mismo modo muestra el anhelo que todos los padres tienen sobre el futuro de sus hijos, y de manera inteligente lo contrasta con los fracasos.

Lo magnífico de esta pieza es el acierto y el uso equilibrado de cada elemento dentro de la historia. Las dosis de drama y de comedia están perfectamente equilibradas. Aquí se refuerza la visión del hombre familiar y padre protector que caracteriza a la sociedad italiana.

En esta película se conjuga la angelical y auténtica actuación de Marcello Mastroianni, con el toque musical de Ennio Morricone, y el acompañamiento de Tonino Guerra y Massimo De Rita en el guión, todos bajo la batuta de Giuseppe Tornatore. Esta conjugación de talento, experiencia y creatividad entrega un producto final digno del buen cine italiano, ese cine humano, profundo, comedido y alegre a la vez.

El director Guiseppe Tornatore, más recordado por su película “Cinema Paradiso” y luego “Malena”, reitera aquí el amor que siente por Italia, sus pueblos, la sencillez de su gente, regalando personajes entrañables, nobles, de espíritu humilde, ese encontrarse con la mortalidad de forma serena, personajes sin avaricia, limpios de exageraciones, comunes, cercanos, a veces fracasados y otras dignificados. Tornatore no juzga a sus personajes, los ama, al igual que Federico Fellini amó de manera infinita a los suyos.

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