viernes, 16 de julio de 2010

El cine venezolano del siglo XXI ¿Hacia una identidad cultural?

Si algo debo afirmar es que soy una amante del arte atrevido, del arte que no se censura con la noción de belleza sobre estética. Me encantó la película “Macu, la mujer del policía”, la gran taquillera venezolana, con su barrio, su violencia, y es que la propuesta visual de la película tenía una especie de hechizo, tal vez un trabajo de santeros para lograr audiencia.

Fui una adicta a "Por Estas Calles”, con apenas 11 años, una telenovela que con la vulgaridad de sus personajes mostró esa idiosincrasia de lo que somos. No nací en un barrio, ni me tocó vivir allí, pero no lo creo necesario para entender que Venezuela es un gran barrio, y no en el sentido peyorativo, sino en su construcción como sociedad, un pueblo que se niega a perder esa intimidad del compadrazgo, donde los tragos y la rumba es el cóctel que produce los lazos.

Hemos llegado a la primera década del siglo XXI, y somos testigos de lo que definen como la muerte de la telenovela venezolana. Hace tres décadas éramos el imperio productor y comercial de estos enlatados, donde se buscaba reproducir la identidad cultural latinoamericana. Se habla de la muerte de los actores, del desespero de algunos por usar el teatro como plataforma para mantenerse vivos y activos, unos despotrican del teatro comercial, otros son neutrales al respecto. Sale RCTV del aire, obviamente deja de producir telenovelas, y Venevisión al verse sin competencia baja la producción de dramáticos. Paralelo a este fenómeno, antes que cesara la señal del canal de Quinta Crespo, el público venezolano observó con buenos ojos la creación de la Villa del Cine por parte del gobierno. Desde esta villa han salido buenas producciones que a más de uno hace soñar sobre la posibilidad de un cine venezolano robustecido y constante.

El pasado 05 de julio fui a ver la película venezolana “Hermano” del cineasta venezolano Marcel Rasquin, quien con esta producción busca abrirse cancha en esta materia desde esta tierra del caribe. En las diferentes entrevistas que le han hecho afirma que, al igual que los protagonistas que soñaban con hacer fútbol en un país dominado por el béisbol, para él el cine representa una especie de tabla de surf donde quiere viajar para ganarle a las olas que se levantan en el mar. Si hablamos de la película sólo me corresponde decir: Vayan a verla, vean el cine venezolano.

Mi amigo que me acompañó me decía, “¿pero por qué carajo siempre el barrio, la pobreza, los malandros?”. A esto sólo tengo otra pregunta: ¿Qué es lo primero que ves cuando llegas a Caracas?

Claro, Caracas no es Venezuela, y es importante aclararlo, pero, ¿Qué es Venezuela actualmente?, me atrevo a decir que casi un 90% de pobreza. ¿Y si cuando llegabas a Caracas no veías los barrios?, pues ahora se hacen notar más porque están coloridos, mejor que un pesebre navideño, con manitos de pintura que ayudan a brindar la sensación que el ranchito no está tan feo. Hasta en los edificios de los que se denominan clase media hay malandros. ¿Cómo pasar por alto esta realidad donde la pobreza saca el lado animal del ser humano?

Eso fue “Hermano”, lo vi, lo sentí, y es que los barrios se configuran en la parte más alta de Caracas como para decir “Aquí estamos los pobres, existimos”, burlando toda estadística proveniente del Edén.

Así como vi con alegría una buena construcción de historia en “Hermano”, veo con mucha más alegría que este año el cine venezolano traiga un buen repertorio, con producciones de Fina Torres, Eduardo Barberena y Luis Alberto Lamata. Cuando salí del cine, ese 5 de julio, no sé por qué llegó a mi cabeza loca la conjetura de que tras la muerte de la telenovela venezolana sea entonces la cinematografía nacional la que dibuje la identidad cultural.

Luego leí el pasado martes 13 de julio, y aunque suene pavoso la fecha fue una noticia excelente para mí, sobre la alianza entre los canales de televisión Televen y RCTV, donde la primera transmitirá las producciones de la segunda incluyendo programas como “Radio Rochela”, “Quien quiere ser millonario” y las telenovelas. Veamos qué resulta de esta alianza, aunque desde ya para mí tiene todo el aire positivo, una luz para los artistas productores y para los soñadores de los culebrones.

Bueno, una siempre intenta dárselas de Nostradamus prediciendo ciertos hechos. Veamos qué tanta cualidad tenga como pitonisa con respecto a esto de la identidad cultural a partir del cine venezolano. Tal vez sea un disparate de mis neuronas y no cambie nada.

lunes, 12 de julio de 2010

¡Gracias Sarah Kane!


Una vez paseaba por Sábana Grande con el primo de mi mamá, Leoner Ramos, que es educador y escritor, alguien que tuvo la dicha de vivir de cerca los bellos años del teatro venezolano como estudiante de actuación. De seguro para él es un hecho doloroso observar a viejos compañeros de las tablas convertidos en indigentes.

Para nosotros, quienes nos consideramos seres normales, claro, si defecas decentemente en el inodoro de tu casa y fornicas escondido entre cuatro paredes puedes considerarte normal. El punto es que cuando salíamos del City Market, al toparnos con el bulevar de Sábana Grande, no caminamos más de un metro cuando el primo de mi mamá saludó a un indigente, quien resultó ser un viejo compañero suyo del teatro. Esto ocurrió a los pocos meses de llegar a Caracas.

Lo que me marcó de este encuentro no fue precisamente la cara de consternado del primo, sino la lucidez, en el subtexto, del discurso de ese indigente que en su buena época actuaba de actor. La redundancia es a propósito.

Primero se lanzó un papel de trovador de la edad media a contar cómo la vida está llena de engaños. Nos relató la historia de una monarca española que para no perder el trono se casó con un homosexual, pero el meollo del engaño fue la infidelidad que cometió esta monarca con tal de darle hijos al rey homosexual y evitar las habladurías en esas tierras. Parecía que estaba presentando su mejor monólogo, a veces no lo veía como un indigente sino a un actor haciendo el rol de indigente. Esta imagen se fundió en mi cerebro porque cerró con la siguiente frase: “Por eso me vine para este lado, y ustedes siguen allá desde el otro lado”. No sé por qué me quedé con esas palabras, ni por qué no logro arrancarlas de mi mente, están tan incrustadas en mi inconciente como la imagen del libro en excelente estado que sostenía en su brazo, quizás porque mi vida está, o estuvo, plagada de engaños. Nos dejamos engañar y creemos sobrevivir engañando a otros. Es como si ese hombre, que parece haber perdido su amor propio, se convierte de pronto en tu maestro para enseñarte que tu valía es inferior a una molécula frente a la lucidez de él.

Tal vez la imagen logró penetrar porque siempre había criticado la obsesión de los escritores y actores de teatro por este tipo de personajes, pero al verlo entendí la razón de esa monomanía teatral.

Para completar este cuadro monomaniático, en estos días mi amigo Daniel Arzola me escribe para solicitarme que lea un texto de teatro, en el cual le gustaría actuar. Le dije que me lo enviara a mi correo, y efectivamente lo hizo. Se trataba de “4:48 Psicosis” de la dramaturga inglesa Sarah Kane. Antes de leer el texto me puse a investigar en san google, valga la publicidad, es que lo admito, tengo cada maña, y siento la necesidad imperiosa de investigar sobre un texto antes de leerlo. Debo confesar que con lo que me topé no fue agradable, y desde mi prejuicio dudé de la calidad del libreto al descubrir que fue escrito por Kane horas antes de suicidarse. Sencillamente terminó el escrito y tomó las cuerdas de su zapato para quitarse la vida, un acto que está tildado de cobardía por unos y de valiente por otros.

Pero superando el meollo de la valentía o cobardía de Sarah Kane, yo temía encontrarme con una especie de palabras vacías en la necesidad imperiosa de desahogo de una persona atormentada, una especie de container literario. A veces peco de sincera, pero en un exceso que no es normal, y esta primera impresión se la hice saber a mi amigo.

Me tomé todo el tiempo que fue necesario para leer 4:48 Psicosis. Es un monólogo de una chica, enferma mental, que busca huir de su realidad, de la inconformidad con los doctores y hasta con sus seres queridos, el desasosiego que siente ante la humanidad y el vacío emocional que padece, en efecto es un cuadro autobiográfico de Sarah Kane. Lo que me encontré fue la mezcla de textos, si se pueden decir uniformes, con ráfagas de versos que parecen puestos para darles un trazo claro al escrito.

Cada elemento que menciona, y los personajes que salen de su mente, no son literales. Lo que describe da un paso más adelante de lo predecible, te sube a un arco iris para luego dejarte llevar por Hades. Lo más recurrente dentro del texto es un amor que ya no volverá, y el sentimiento de culpa de la enferma. Y entre tantas palabras, tantos sentimientos encontrados, tantas alegrías y decepciones mezcladas, dentro de este libreto hay una parte que me robó la mirada:

(Silencio.)
¿Crees que es posible que una persona nazca en el cuerpo equivocado?
(Silencio.)
¿Crees que es posible que una persona nazca en la época equivocada?

Mientras más lo leía más quería seguir devorando esas ráfagas. Se repitió en mí la misma sensación que viví con el indigente lúcido, quería seguir, explorar, deseaba que esas letras se extendieran y nunca se acabaran. Es un texto donde se demuestra que los más locos son precisamente lo que están más cuerdos sobre el mundo donde habitamos, un mundo donde transitamos de forma rutinaria sin meditar la razón de cada paso.

Si nos vamos al lado pragmático alguien me diría que se trata de un cuadro bipolar, donde no era muy difícil pronosticar el final, que los maniacos depresivos siempre buscan un pretexto para sus actos. Cierto, muy cierto. Pero la mortificación de este personaje, o mejor dijo, las mortificaciones de Sarah reflejadas en el personaje superan una melosa sensibilidad y una métrica de literata bien formada. Es la inconformidad de un ser humano decepcionado del entorno donde le tocó vivir. De seguro me dirían que es una visión muy pesimista, pero aprendí que el pesimismo realista presenta un cuadro más optimista cuando se tiene claro el panorama sin ningún aditivo.

Gracias Sarah Kane, pero me hubiese gustado que siguieras viva, creo que eso sería un hecho más útil a las letras, al teatro y a la humanidad. Hasta en estas palabras que parecen un regaño hay una ráfaga de cariño casi maternal. Vaya para ti chicuela mi respeto y admiración a partir de este momento.

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The Revenant comienza con hermosos paneos del paisaje frío e inhóspito donde se desarrolla la historia del film. Ahí está la chica en su ...