sábado, 11 de septiembre de 2010

Letras Casquivanas (II)

He aquí las razones por las cuales los comunicadores sociales venezolanos sufren de letras casquivanas:

El comunicador o comunicadora social en su etapa de estudiante universitario es un pela bola, término criollo usado para denominar a aquellas personas que pasan la mayor parte del tiempo con los bolsillo vacíos, y claro, todo se explica porque es un estudiante, un mantenido, una molécula del “consumismo” que exige inversión en su educación.

En la segunda etapa este comunicador o comunicadora social se puede convertir en un pasante en un medio de comunicación, un aprendiz, alguien que traspasa el muro del recinto universitario para desmontar la teoría de lo aprendido y a enfrentarse con el día a día de la profesión. Y claro, sigue siendo un pela bola, porque “no tiene experiencia” y por ende “nada que aportar”.

El comunicador o comunicadora social al egresar de la universidad, con su título que lo acredita con “Profesional” debe aceptar la oferta de salario que esté al alcance de periódico o televisión, es que como “no tiene experiencia”, y por ende “nada que aportar,” no es mucho lo que puede exigir a sus patronos.

Cuando el comunicador o comunicadora social trabaja en un periódico o canal de televisión escucha de los beneficios que reciben sus colegas que trabajan en el área de periodismo institucional, entonces pasa días y meses soñando contar con tales regalos laborales.

El comunicador o comunicadora social cuando finalmente logra trabajar en el área de periodismo institucional se encuentra devengando lo mismo que cuando trabajaba en el periódico o canal de televisión, y claro, es porque “no tiene experiencia” en el área. De repente escucha rumores, ¿pagaron o no pagaron el bono?, y cuando esas palabras truenan como eco en los pasillos de la institución su mirada se asemeja a las aves de rapiña.

El panorama es más alentador si el comunicador o comunicadora social cuenta con un equipo de trabajo de quienes aprenda, es el estado ideal de las cosas. En cambio, lo más común es encontrarse con correctores de estilos de ojos ponzoñosos. Cuando revisan tu texto te miran con cara de “chiiama no entiendo esta vaina”, y mientras, te hablan en un acento de “yo me sé esta vaina mejor que tú”, pero para no hacer el intríngulis de la gramática relativa según cada cabeza es preferible que el comunicador o comunicadora social no pregunte al corrector cuál fue el último libro que leyó.

Y así, observo como este “profesional” cae en el peor infierno de la pendejadez, si, claro, es que como ese comunicador o comunicadora social no tiene un programa en televisión, ni un programa de radio, ni es columnista en un periódico pues su palabra es semejante al adjetivo “pendejo”.

Mientras tanto, creo que tomaré la decisión de sacar de mi gaveta las medias negra de mallas, esa que está de moda y que me compré para una obra de teatro, y con mi mini falda negra ¡listo!, a la avenida Libertador. Si me quedo en mi cuarto con mis libros seguiría sufriendo de letras casquivanas.

1 comentario:

felix dijo...

Hola Karlita,

Bueno, así las cosas, no solo pasa con los comunicadores sociales, yo que corrí con la suerte de estudiar dos especialidades, pasó en ambos casos, claro está que si uno se dedica y pone de su empeño y ofrece algo "cada día mejor", será reconocido el trabajo.

Es largo, laborioso y tedioso el camino, como decía el Hno. Ginés:

"Pa'rriba manque la cuesta sea empinada y aveces resbaladiza".

Saludos.

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