martes, 8 de enero de 2013

La estética a partir del catamarán



- Tómale foto al puente – Me dice mi novio.

- ¿Para qué?, está feo

- Te falta ojo de fotógrafo, te voy a enseñar, dame la cámara – dice él bromeando

- Está bien – y le doy la cámara.

Llego a creer que las ciudades tienen esa similitud con el adagio de las féminas que reza “No hay mujer fea, sino mal arreglada”. ¿Puede una ciudad entera tener una belleza esencial más allá de la ignominia de sus habitantes?, ¿inclusive un país entero padecer ese caso? Llego a la conclusión que sí.

Iniciando este año nos dimos un regalo, mi novio y yo, de ir a mi Ciudad Guayana y dar un paseo en el catamarán, una sencilla embarcación con capacidad hasta de 45 personas que pasea por todo el río Caroní y el Orinoco, y te lleva hasta los parques emblemáticos de la urbe como el Cachamay y La Llovizna para ver sus caídas de agua, ver el muelle de Ferrominera, así como pasar por debajo de los puentes que permiten cruzar ambos lados de la ciudad, y finalizar en una playa de agua dulce. Es sencillamente una belleza, en su esencia, pero no en todo. La belleza se pierde cuando se ve el descuido en el mantenimiento de las paredes del puente, y en los desperdicios lanzados al río.

No se trata de ser convencional al momento de hablar de belleza, sea de una foto, de un cuadro, una pieza musical o de una ciudad, no es repetir el concepto de belleza, sino construir un espacio armonioso, higiénico en lo posible.

Ahora que estoy aprendiendo de fotografía siempre veo el alrededor que acompaña a mi objeto. Ya no estoy tomando foto por tomar, busco algo bien hecho y que el espacio me sirva para eso, pero destaco que esto de buscar el espacio adecuado en las urbes no es fácil, que esté limpio, colorido, donde uno pueda hallar un horizonte que sirva de base. ¿Cuesta tanto la madurez de no lanzar desperdicios al suelo, o calarse ese objeto incómodo hasta que se consiga el recipiente donde depositarlo?

La mayoría de las veces caemos en la necia comparación de nuestras ciudades con urbes foráneas, y aquí deberíamos reflexionar, una ciudad no la hace sólo sus autoridades sino también sus habitantes, ¿cuál es el ritual de estos habitantes que permiten el mantenimiento y belleza de sus ciudades?

El paseo en el catamarán permite ver la belleza esencial de una ciudad industrial y de su principal río, el Caroní, esa belleza que se esconde a la primera vista pero que adentrándose en ella va aflorando como una alternativa para el turismo, para otra forma de encuentro social, de progreso económico y divertimento. París tiene su río Sena, Ciudad Guayana su Caroní.


Primero nos tocó darnos un beso en el encuentro de los ríos Caroní y Orinoco, como cierta magia de unión que según dicen ayuda ese paseo a las parejas, tan difícil la tarea, para luego pasar por la caída de agua en el parque Cachamay, y posteriormente sin esperarlo recibir una especie de bautizo por las aguas del parque La Llovizna, y yo protegiendo mi cámara aunque en realidad quería era zambullirme.

Tal vez el actor argentino Ricardo Darín tiene razón, es cuestión de amor, de amar a los otros y amar donde vives. Qué poco amor tiene las autoridades por la ciudad y qué grande es el que siente los emprendedores que confían en el quehacer de los guayaneses y visitantes. Grande por la hermosa tarea de la empresa Puertorinoco con su catamarán.

Para mayor información de los paseos Puertorinoco Catamarán



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