Tratar el tema
de la vejez puede parecer tierno para cualquier escritor o cineasta. Es una
etapa de la vida que brinda muchas aristas para cualquier artista. Sin embargo,
la belleza, ternura y soledad que lo acompaña se dibujan como trampas asesinas
que pueden devorar la creatividad de cualquier inocente enamorado creador que
quiera sorprender a los lectores o espectadores.
Por ahora, lo
que corresponde a nuestra idiosincrasia americana todavía es difícil comprender
y mirar con profundidad el hecho de la vejez. Por los momentos está plagado de
muchos estigmas. No es muy común ver este personaje como protagonista en alguna
producción cinematográfica en este continente. Por los momentos, lo que puedo
citar es la película argentina “Conversaciones
con mamá”. De todas maneras, dicha pieza se centra más en la visión que
tiene el hijo sobre su madre entrada en la tercera edad.
“Están todos bien” (Stanno
tutti bene) es una road movie donde el espectador se lanza un viaje por tren
con Mateo, un viejo siciliano viudo y jubilado, que decide ir a visitar a sus
cinco hijos que están repartidos en diferentes ciudades de Italia. “Este viaje sólo le sirve para comprobar
que, bajo una apariencia de prosperidad y bienestar, la vida de sus hijos y sus
familias está marcada por la tristeza y la insatisfacción”, reseña la
página Filmaffinity.
El viaje sirve
como excusa para ir mostrando, a lo largo del recorrido, todos los recuerdos
del viejo Mateo, y es que pasen los años que pasen siempre los padres verán a
sus hijos como los niños inocentes y juguetones.
Aquí el director
se pasea en esa nostalgia de los ancianos, así como sus aparentes lagunas, del
mismo modo muestra el anhelo que todos los padres tienen sobre el futuro de sus
hijos, y de manera inteligente lo contrasta con los fracasos.
Lo magnífico de
esta pieza es el acierto y el uso equilibrado de cada elemento dentro de la
historia. Las dosis de drama y de comedia están perfectamente equilibradas.
Aquí se refuerza la visión del hombre familiar y padre protector que caracteriza
a la sociedad italiana.
En esta película
se conjuga la angelical y auténtica actuación de Marcello Mastroianni, con el
toque musical de Ennio Morricone, y el acompañamiento de Tonino Guerra y Massimo
De Rita en el guión, todos bajo la batuta de Giuseppe Tornatore. Esta
conjugación de talento, experiencia y creatividad entrega un producto final
digno del buen cine italiano, ese cine humano, profundo, comedido y alegre a la
vez.
El director
Guiseppe Tornatore, más recordado por su película “Cinema Paradiso” y luego “Malena”,
reitera aquí el amor que siente por Italia, sus pueblos, la sencillez de su
gente, regalando personajes entrañables, nobles, de espíritu humilde, ese
encontrarse con la mortalidad de forma serena, personajes sin avaricia, limpios
de exageraciones, comunes, cercanos, a veces fracasados y otras dignificados.
Tornatore no juzga a sus personajes, los ama, al igual que Federico Fellini amó
de manera infinita a los suyos.
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