Desde unos meses
tengo la costumbre de hacer fichas con citas que voy tomando de los libros que
leo. Le llegó el momento a la novela “Un
mundo feliz” de Aldous Huxley, y desde la universidad nos la estaban
recomendando, y la conseguí en oferta, cosa bien curiosa que el conocimiento y
la sensibilidad se ponga en oferta, bueno, tal vez por aquello que se haga más
accesible. Ojalá ese asunto se resolviera con una simple medida de mercado
llamada oferta.
La novela no es
fácil porque se pasea entre una especie de ciencia – ficción con algo
existencialista, pareciera novela filosófica. En resumen, nos hallamos frente a
un grupo de humanos que son fabricados en serie según un molde que predestina
su ubicación social, con el argumento de que ello contribuye al equilibrio de
la sociedad. Nos hallamos frente a sujetos que quedarán como obreros, otros
como pensadores, otros como directores, pero con la salvedad que serán pocos
los destinados a ser pensadores. Mientras tanto la promiscuidad forma parte de
los valores y la familia como un antivalor, una especie de juego que busca evitar
lazo afectivo.
Así hago mi
primera ficha con la siguiente frase:
“… este es el secreto de la felicidad y la virtud:
Amar lo que uno tiene que hacer. Todo condicionamiento se dirige a lograr que
la gente ame su inevitable destino social.”
Una entiende el
sarcasmo, le da algo de risa, es un sarcasmo ligero que lanzó el escritor. Pero
luego viene la segunda ficha:
“Herencia, fecha de fertilización, grupo de Bokanovsky
al que pertenecía, todos estos detalles pasaban del tubo de ensayo al frasco.
Sin anonimato ya, con sus nombres a través de una abertura de la pared, hacia
la sala de predestinación social”
Y entonces en
este punto vas entendiendo que hay muchos hechos que parecieran prefabricados,
algo así como la predestinación que lanzan los dioses en las tragedias griegas,
y la lucha del protagonista por ser alguien más que un simple títere del
destino. Luego llega la tercera ficha:
“- Un sólo centímetro cúbico cura diez sentimientos
melancólicos - dijo el predestinador ayudante, citando una frase de sabiduria
hipnopédica.”
Lo confieso, en
este punto llegué a pensar en el alcohol y todas las drogas, y en una especie
de pensamiento nihilista una dice para sus adentros “¡Ay no vale!, este
escritor se pone pacato”. Bueno, aquello de hablar del arte pacato o no, eso
quedará para otro escrito, el punto es que la novela la empiezas a sentir como
una cachetada a tus patrones, tus conceptos, lo que crees hermoso, lo que
mirabas como supuesto equilibrio, o sandeces de rebelde sin causa.
Pero eso no es
todo, luego el autor nos plantea la dicotomía entre el mundo civilizado y el mundo
que consideramos primitivo, las tribus, etnias, sus costumbres, y entonces nos
hallamos con un personaje que descubre el valor de las palabras como lo hizo
John, el de la tribu.
“Las extrañas palabras penetraron como un rumor en su
mente; como la voz del trueno; como los tambores supieran hablar; como los
hombres que cantan el canto del maíz, tan hermoso que hacía llorar; como las
palabras del viejo Mitsima sobre sus plumas, sus palos tallados y sus trozos de
hueso y de piedra.”
Una de las cosas
que también me animó a leer esta novela es la reflexión en el prólogo que lanza
el escritor:
“Grande es la verdad, pero más grande todavía, desde
un punto de vista práctico, el silencio sobre la verdad”
Aquí es cuando
entiendes el poder de la verdad y lo grave del silencio. Que criticar unos
paradigmas no es caer en moral vetusta y carente de evolución. A todas estas,
nos hallamos con una novela que inteligentemente, más allá del mensaje, mezcla
con frescura los textos descriptivos y los diálogos, donde además el autor hace
gala del sarcasmo, la burla, nos muestra los vicios del poder y hace una
invitación a que el ser humano descubra la fortaleza de su individualidad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario