Si algo debo afirmar es que soy una amante del arte atrevido, del arte que no se censura con la noción de belleza sobre estética. Me encantó la película “Macu, la mujer del policía”, la gran taquillera venezolana, con su barrio, su violencia, y es que la propuesta visual de la película tenía una especie de hechizo, tal vez un trabajo de santeros para lograr audiencia.
Fui una adicta a "Por Estas Calles”, con apenas 11 años, una telenovela que con la vulgaridad de sus personajes mostró esa idiosincrasia de lo que somos. No nací en un barrio, ni me tocó vivir allí, pero no lo creo necesario para entender que Venezuela es un gran barrio, y no en el sentido peyorativo, sino en su construcción como sociedad, un pueblo que se niega a perder esa intimidad del compadrazgo, donde los tragos y la rumba es el cóctel que produce los lazos.
Hemos llegado a la primera década del siglo XXI, y somos testigos de lo que definen como la muerte de la telenovela venezolana. Hace tres décadas éramos el imperio productor y comercial de estos enlatados, donde se buscaba reproducir la identidad cultural latinoamericana. Se habla de la muerte de los actores, del desespero de algunos por usar el teatro como plataforma para mantenerse vivos y activos, unos despotrican del teatro comercial, otros son neutrales al respecto. Sale RCTV del aire, obviamente deja de producir telenovelas, y Venevisión al verse sin competencia baja la producción de dramáticos. Paralelo a este fenómeno, antes que cesara la señal del canal de Quinta Crespo, el público venezolano observó con buenos ojos la creación de la Villa del Cine por parte del gobierno. Desde esta villa han salido buenas producciones que a más de uno hace soñar sobre la posibilidad de un cine venezolano robustecido y constante.
El pasado 05 de julio fui a ver la película venezolana “Hermano” del cineasta venezolano Marcel Rasquin, quien con esta producción busca abrirse cancha en esta materia desde esta tierra del caribe. En las diferentes entrevistas que le han hecho afirma que, al igual que los protagonistas que soñaban con hacer fútbol en un país dominado por el béisbol, para él el cine representa una especie de tabla de surf donde quiere viajar para ganarle a las olas que se levantan en el mar. Si hablamos de la película sólo me corresponde decir: Vayan a verla, vean el cine venezolano.
Mi amigo que me acompañó me decía, “¿pero por qué carajo siempre el barrio, la pobreza, los malandros?”. A esto sólo tengo otra pregunta: ¿Qué es lo primero que ves cuando llegas a Caracas?
Claro, Caracas no es Venezuela, y es importante aclararlo, pero, ¿Qué es Venezuela actualmente?, me atrevo a decir que casi un 90% de pobreza. ¿Y si cuando llegabas a Caracas no veías los barrios?, pues ahora se hacen notar más porque están coloridos, mejor que un pesebre navideño, con manitos de pintura que ayudan a brindar la sensación que el ranchito no está tan feo. Hasta en los edificios de los que se denominan clase media hay malandros. ¿Cómo pasar por alto esta realidad donde la pobreza saca el lado animal del ser humano?
Eso fue “Hermano”, lo vi, lo sentí, y es que los barrios se configuran en la parte más alta de Caracas como para decir “Aquí estamos los pobres, existimos”, burlando toda estadística proveniente del Edén.
Así como vi con alegría una buena construcción de historia en “Hermano”, veo con mucha más alegría que este año el cine venezolano traiga un buen repertorio, con producciones de Fina Torres, Eduardo Barberena y Luis Alberto Lamata. Cuando salí del cine, ese 5 de julio, no sé por qué llegó a mi cabeza loca la conjetura de que tras la muerte de la telenovela venezolana sea entonces la cinematografía nacional la que dibuje la identidad cultural.
Luego leí el pasado martes 13 de julio, y aunque suene pavoso la fecha fue una noticia excelente para mí, sobre la alianza entre los canales de televisión Televen y RCTV, donde la primera transmitirá las producciones de la segunda incluyendo programas como “Radio Rochela”, “Quien quiere ser millonario” y las telenovelas. Veamos qué resulta de esta alianza, aunque desde ya para mí tiene todo el aire positivo, una luz para los artistas productores y para los soñadores de los culebrones.
Bueno, una siempre intenta dárselas de Nostradamus prediciendo ciertos hechos. Veamos qué tanta cualidad tenga como pitonisa con respecto a esto de la identidad cultural a partir del cine venezolano. Tal vez sea un disparate de mis neuronas y no cambie nada.
Fui una adicta a "Por Estas Calles”, con apenas 11 años, una telenovela que con la vulgaridad de sus personajes mostró esa idiosincrasia de lo que somos. No nací en un barrio, ni me tocó vivir allí, pero no lo creo necesario para entender que Venezuela es un gran barrio, y no en el sentido peyorativo, sino en su construcción como sociedad, un pueblo que se niega a perder esa intimidad del compadrazgo, donde los tragos y la rumba es el cóctel que produce los lazos.
Hemos llegado a la primera década del siglo XXI, y somos testigos de lo que definen como la muerte de la telenovela venezolana. Hace tres décadas éramos el imperio productor y comercial de estos enlatados, donde se buscaba reproducir la identidad cultural latinoamericana. Se habla de la muerte de los actores, del desespero de algunos por usar el teatro como plataforma para mantenerse vivos y activos, unos despotrican del teatro comercial, otros son neutrales al respecto. Sale RCTV del aire, obviamente deja de producir telenovelas, y Venevisión al verse sin competencia baja la producción de dramáticos. Paralelo a este fenómeno, antes que cesara la señal del canal de Quinta Crespo, el público venezolano observó con buenos ojos la creación de la Villa del Cine por parte del gobierno. Desde esta villa han salido buenas producciones que a más de uno hace soñar sobre la posibilidad de un cine venezolano robustecido y constante.
El pasado 05 de julio fui a ver la película venezolana “Hermano” del cineasta venezolano Marcel Rasquin, quien con esta producción busca abrirse cancha en esta materia desde esta tierra del caribe. En las diferentes entrevistas que le han hecho afirma que, al igual que los protagonistas que soñaban con hacer fútbol en un país dominado por el béisbol, para él el cine representa una especie de tabla de surf donde quiere viajar para ganarle a las olas que se levantan en el mar. Si hablamos de la película sólo me corresponde decir: Vayan a verla, vean el cine venezolano.
Mi amigo que me acompañó me decía, “¿pero por qué carajo siempre el barrio, la pobreza, los malandros?”. A esto sólo tengo otra pregunta: ¿Qué es lo primero que ves cuando llegas a Caracas?
Claro, Caracas no es Venezuela, y es importante aclararlo, pero, ¿Qué es Venezuela actualmente?, me atrevo a decir que casi un 90% de pobreza. ¿Y si cuando llegabas a Caracas no veías los barrios?, pues ahora se hacen notar más porque están coloridos, mejor que un pesebre navideño, con manitos de pintura que ayudan a brindar la sensación que el ranchito no está tan feo. Hasta en los edificios de los que se denominan clase media hay malandros. ¿Cómo pasar por alto esta realidad donde la pobreza saca el lado animal del ser humano?
Eso fue “Hermano”, lo vi, lo sentí, y es que los barrios se configuran en la parte más alta de Caracas como para decir “Aquí estamos los pobres, existimos”, burlando toda estadística proveniente del Edén.
Así como vi con alegría una buena construcción de historia en “Hermano”, veo con mucha más alegría que este año el cine venezolano traiga un buen repertorio, con producciones de Fina Torres, Eduardo Barberena y Luis Alberto Lamata. Cuando salí del cine, ese 5 de julio, no sé por qué llegó a mi cabeza loca la conjetura de que tras la muerte de la telenovela venezolana sea entonces la cinematografía nacional la que dibuje la identidad cultural.
Luego leí el pasado martes 13 de julio, y aunque suene pavoso la fecha fue una noticia excelente para mí, sobre la alianza entre los canales de televisión Televen y RCTV, donde la primera transmitirá las producciones de la segunda incluyendo programas como “Radio Rochela”, “Quien quiere ser millonario” y las telenovelas. Veamos qué resulta de esta alianza, aunque desde ya para mí tiene todo el aire positivo, una luz para los artistas productores y para los soñadores de los culebrones.
Bueno, una siempre intenta dárselas de Nostradamus prediciendo ciertos hechos. Veamos qué tanta cualidad tenga como pitonisa con respecto a esto de la identidad cultural a partir del cine venezolano. Tal vez sea un disparate de mis neuronas y no cambie nada.
2 comentarios:
Comparto tu perspectiva, y al igual que tú con el cine, yo sueño con esa misma fuerza en la movida musical venezolana; de ésta última se ha hecho buen trabajo con las producciones independientes, pero todavía hay un factor (Dinero) que arropa... Poco a poco se irá llegando al divorcio entre en el talento y la promoción con dinero... Espero estar ahí para verlo!!!!!
Saludos en letras!!!!
Creo que la medicina para este caso es la constancia, y en cuanto a la música debo afirmar que hay bellísimas propuestas por parte de grupos venezolanos, y que ojalá trasciendan la visión comercial de algunas emisoras que es donde tradicionalmente comienza la promoción. Gracias Orlan por detenerte en mi blog.
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