viernes, 18 de mayo de 2012

“Carta a un niño que nunca nació”: otra maternidad


Hablar de la maternidad sin el sentido místico al que le han impregnado es difícil y puede parecer creación de un ser hereje. Sin embargo, la maternidad debe navegar en el día a día, en los hechos cotidianos, en la ruptura de un estado “normal” a un estado “especial”, porque tampoco corresponde con el estado de una mujer “enferma”.

En 1975 Oriana Fallaci sorprende al mundo literario con su novela “Carta a un niño que nunca nació”, donde da la bienvenida al lector o lectora con las siguientes palabras: 

 
A quien no teme la duda
A quien se pregunta los porqué
Sin descanso y a costa
De sufrir de morir
A quien se plantea el dilema
De dar la vida o negarla
Está dedicado este libro
de una mujer
para todas las mujeres


Desde las primeras líneas se lee el amor obligado de una mujer por un niño que no esperaba tener. Una situación que no se comprende, una transformación inevitable, el rechazo indirecto y las consecuencias posteriores.

La novela es desgarradora en su verbo, intensa, humana, tampoco cae en la diatriba atea para dar respuesta a las inquietudes, pero si pone en la mesa de las discusiones los prejuicios sociales y religiosos con respecto a la maternidad.

Algunos prejuicios han sido superados. Pero en la piel aún se siente parte de ese trajinar de la mujer en su autodefinición, que incluso supere al concepto de la maternidad como arquetipo.

La protagonista de la novela queda embarazada sin esperarlo, sin planificarlo. Es una mujer que no está casada, y tampoco tiene una relación estable. Debe lidiar además con la estructura social que no tenía espacio para la madre soltera, así como el constructo dogmático de la religión católica que dominan. Del mismo modo debe sobreponerse al dolor de ser rechazada por el hombre que sería el padre de la criatura, y luego tener claro el verdadero concepto del perdón sin caer en ambigüedades de criterio que pudieran humillar a su ser.

“Anoche supe que existías: una gota de vida que se escapó de la nada”. Esta frase con que comienza describe el núcleo de la historia. Hay una nada, la teoría del vacío, y un ente que llega inesperadamente. Esa “noche” es el momento donde siempre se conjuga el amor carnal, la oscuridad, la mujer que tiene una relación sexual antes del matrimonio. Y, a la vez, es aquella que busca algo de vida, la gota de vida, en el compartir con el hombre. Es el autodefinirse como mujer estando con el compañero, ya que sin él es difícil mirarse como partícipe de la sociedad, y luego volverse a mirar con la capacidad de estar sin él.

Posee un ritmo propio de la genialidad e intelectualidad de Oriana Fallaci. Un ritmo bastante ágil, tierno y a la vez mordaz. Por eso la recomiendo, por la mezcla de sentimientos del personaje principal que se plasma en letras, y permite con ella deslastrarnos de nuestros propios prejuicios.

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