- Tómale foto al puente – Me dice mi novio.
- ¿Para qué?, está feo
- Te falta ojo de fotógrafo, te voy a
enseñar, dame la cámara – dice él bromeando
- Está bien – y le doy la cámara.
Llego a creer
que las ciudades tienen esa similitud con el adagio de las féminas que reza “No hay mujer fea, sino mal arreglada”.
¿Puede una ciudad entera tener una belleza esencial más allá de la ignominia de
sus habitantes?, ¿inclusive un país entero padecer ese caso? Llego a la
conclusión que sí.
Iniciando este
año nos dimos un regalo, mi novio y yo, de ir a mi Ciudad Guayana y dar un
paseo en el catamarán, una sencilla embarcación con capacidad hasta de 45
personas que pasea por todo el río Caroní y el Orinoco, y te lleva hasta los
parques emblemáticos de la urbe como el Cachamay y La Llovizna para ver sus
caídas de agua, ver el muelle de Ferrominera, así como pasar por debajo de los
puentes que permiten cruzar ambos lados de la ciudad, y finalizar en una playa
de agua dulce. Es sencillamente una belleza, en su esencia, pero no en todo. La
belleza se pierde cuando se ve el descuido en el mantenimiento de las paredes
del puente, y en los desperdicios lanzados al río.
No se trata de
ser convencional al momento de hablar de belleza, sea de una foto, de un
cuadro, una pieza musical o de una ciudad, no es repetir el concepto de
belleza, sino construir un espacio armonioso, higiénico en lo posible.
Ahora que estoy
aprendiendo de fotografía siempre veo el alrededor que acompaña a mi objeto. Ya
no estoy tomando foto por tomar, busco algo bien hecho y que el espacio me
sirva para eso, pero destaco que esto de buscar el espacio adecuado en las
urbes no es fácil, que esté limpio, colorido, donde uno pueda hallar un
horizonte que sirva de base. ¿Cuesta tanto la madurez de no lanzar desperdicios
al suelo, o calarse ese objeto incómodo hasta que se consiga el recipiente
donde depositarlo?
La mayoría de
las veces caemos en la necia comparación de nuestras ciudades con urbes
foráneas, y aquí deberíamos reflexionar, una ciudad no la hace sólo sus
autoridades sino también sus habitantes, ¿cuál es el ritual de estos habitantes
que permiten el mantenimiento y belleza de sus ciudades?
El paseo en el
catamarán permite ver la belleza esencial de una ciudad industrial y de su
principal río, el Caroní, esa belleza que se esconde a la primera vista pero
que adentrándose en ella va aflorando como una alternativa para el turismo,
para otra forma de encuentro social, de progreso económico y divertimento.
París tiene su río Sena, Ciudad Guayana su Caroní.
Primero nos tocó
darnos un beso en el encuentro de los ríos Caroní y Orinoco, como cierta magia
de unión que según dicen ayuda ese paseo a las parejas, tan difícil la tarea,
para luego pasar por la caída de agua en el parque Cachamay, y posteriormente
sin esperarlo recibir una especie de bautizo por las aguas del parque La Llovizna , y yo
protegiendo mi cámara aunque en realidad quería era zambullirme.
Tal vez el actor
argentino Ricardo Darín tiene razón, es cuestión de amor, de amar a los otros y
amar donde vives. Qué poco amor tiene las autoridades por la ciudad y qué
grande es el que siente los emprendedores que confían en el quehacer de los
guayaneses y visitantes. Grande por la hermosa tarea de la empresa Puertorinoco
con su catamarán.
Para mayor información de los paseos Puertorinoco Catamarán
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