El arte dramatúrgico, o para
cualquier escritor, camina entre tragedia y comedia desde los antiguos griegos.
Estos géneros han ido fusionándose y evolucionando a la vez. La comedia conoció
a su hermana, “la farsa”, de la mano de los italianos y luego de los españoles,
así como la comedia burlesca, entre otros.
Por su parte la tragedia ha dado
luz a otro género que es el drama, puede verse además en uno que se creía
netamente perteneciente a los escritores románticos latinoamericanos como es el
melodrama; pero lo que es indiscutible es que muy pocos dramaturgos o
escritores lograban dominar la tragicomedia.
Pedro Almodóvar, como viejo león
que domina el arte de la escritura para cine, y que de igual manera debe
sortear con las técnicas de la tragedia impuestas por Aristóteles, ha buscado
hacer su propio estilo, romper con los géneros, buscar la libertad absoluta de
sus historias, así como lo ha declarado en diversas entrevistas.
Su más reciente película “La piel que habito” bien pudiera
decirse que es el Almodóvar que él mismo quiso ser, un cineasta que no fuera
fácil de encasillar. Aquí logró su obra maestra en cuanto a ruptura de género.
En instantes puedes reírte con la historia, plantea pocos momentos absurdos,
mientras en paralelo los personajes deben convertirse en acróbatas de sus
propios dramas, sin perder en ningún momento la coherencia de los nudos y el
desenlace.
Al principio de la década de los
80 pudiera verse a un Almodóvar torpe en cuanto a la construcción de la
historia. No obstante estaba claro que buscaba plasmar los mundos interiores de
sus personajes, sobre todo de las mujeres, como si fueran un árbol y del cual
narraran desde su raíz hasta cada uno de sus ramajes.
Cuando llegan a las salas de cine
“Pepi, Lucy, Bom y otras chicas del
montón”, vemos a un cineasta joven, urbano, subversivo y sobre todo cargado
de sensualidad nada pudorosa, pero técnica y dramaturgicamente torpe.
Posteriormente “¿Qué he hecho yo para merecer esto?”
nuevamente llena la sala con su humor, sus personajes femeninos conflictuados,
obstinadas, agresivas, atrevidas, soñadoras, apasionadas. Su humor se vuelve
más hilarante cuando trae al cine una burla a la compasión de las congregaciones
de monjas de la caridad con “Entre
tinieblas”.
Para aquel entonces Almodóvar ya
tenía un nombre hecho entre el grupo de los cineastas españoles, sin embargo no
había clavado su apellido en el ámbito internacional hasta que trae “Mujeres al borde de un ataque de nervios”
que le valió la calificación de comediante, así como la nominación al Oscar por
mejor película de habla no inglesa, el premio al mejor guión en el Festival de
Venecia y 5 premios Goya. Pero él no estaba a gusto con esa denominación.
En sus siguientes trabajos
coqueteó con el drama, siempre desde la óptica femenina, por lo cual los
críticos indicaron que sus historias consistían en melodramas. Así se pudo
observar en “Átame”, “Tacones Lejanos”
y “Carne Trémula”. En estos casos
pudo observarse que dejaba a un lado el tema de la homosexualidad para
enfocarse en el deseo femenino. Pero parecía que el público se cansaba de ese
cineasta que resaltaba la sexualidad de sus personajes. Inclusive podría
decirse que al introducir a Miguel Bosé en la película “Tacones Lejanos” buscaba la mirada internacional, pero no fue así.
Almodóvar sacó al mercado a un
joven actor, Antonio Banderas, y lo convirtió en un león también, pero de la
actuación, y de igual manera mostró el talento puro de la actriz Victoria
Abril. Pero seguía el fantasma de “Mujeres
al borde de un ataque de nervios”.
En 1999 y en el 2000 los ojos del
mundo volvieron hacia Almodóvar con dos dramas de punta fina como fueron “Todo sobre mi madre” y “Hable sobre ella”. El primero le valió
un premio Oscar a la mejor película de habla no inglesa, y la segunda
igualmente un Oscar pero a mejor guión original. Ya en ambas películas había
abandonado el conflicto de la sexualidad femenina, y ahora tocaba algo más
hondo, como eran sus deseos como sujeto inmerso en las relaciones humanas. En
ambos casos habló del conflicto de identidad, tanto de los homosexuales como de
los travestis, e incluso de la misma mujer pero en voz de un travesti como fue
en el caso de “Todo sobre mi madre”,
donde una vez más dio muestra de que no perdía su sentido del humor tan
particular, bien podría decirse un humor almodovariano. Les valieron premios
Goya, Globo de Oro, Bafta, César, y de los Críticos de Nueva York. Con estas
dos películas logró sacarse un poco el fantasma de “Mujeres al borde de un
ataque de nervios”.
Ahora quedaba la incógnita,
¿pertenecía Almodóvar al género del melodrama? Tal parecía que sí. ¿Pero cómo
calificar su película más atrevida “La
mala educación”?, esa fue ubicada en ese género, y así entraron en el
mercado su dos posteriores como fueron “Volver”
y “Los abrazos rotos”, donde le dio
cancha abierta a la actuación de Penélope Cruz.
“La mala educación” pasó sin pena ni gloria en el ámbito de la
crítica internacional. Tal parecía que su construcción de los personajes
homosexuales no le interesaba al público y tampoco a la crítica, sino que
buscaban a esas mujeres neuróticas de Almodóvar. “Volver” le devolvió el respeto internacional, el cual se mantuvo
con “Los abrazos rotos”.
Tampoco es fácil hablar de un
cine feminista en la pluma y mirada de Almodóvar, aunque así pareciera armar su
estilo. Siempre sus mujeres son heroínas, fuertes, dominantes frente al yugo
masculino, independientes. Había un vaivén entre el drama y la comedia. La
búsqueda del amor y la autorrealización daban a sus películas un aire de melodrama.
Tal como él lo confesó en entrevistas cuando habló de la película “Volver”,
lleva tras de sí mucha influencia de las mujeres de su familia y del pueblo
donde creció, donde eran ellas las que llevaban el orden y control de la casa.
Pero, ¿qué pasa cuando la
búsqueda del amor resulta la propia condena del personaje y se halla frente a
una pesadilla?, ahí está lo complejo de la historia “La piel que habito”, donde desarrolla con absoluta libertad el tema
del conflicto de identidad y en paralelo dignifica el sentir de la mujer, de
una forma absolutamente brutal, rozando con el estilo del film noir francés.
Anteriormente hice el inciso de
Antonio Banderas y de Victoria Abril, quienes trabajaron juntos como
protagonistas en “Átame”. Cabe
destacar que esta película le abrió las puertas a Banderas para el mercado
estadounidense. “La piel que habito”
era la expectativa del reencuentro entre Banderas y Almodóvar, pero no
acompañado de Abril, sino de otra actriz con la misma energía y fuerza interna
como es Elena Anaya. De hecho, así mismo la define Almodóvar, y en diversas
entrevistas ha asegurado que ahora viene la etapa Anaya.
En cuanto al fenómeno de las
actrices cabe destacar que primero fue Carmen Maura la chica Almodóvar,
posteriormente Marisa Paredes, después Penélope Cruz, y ahora le toca a la
etapa Elena Anaya.
“La piel que habito” es entrar en un estilo diferente, desconocido,
sin abandonar los pequeños conciertos de sus películas, con cortos diálogos
pícaros. No se trata de un juego de malos y buenos, sino de personajes aún más
complejos que en sus obras anteriores, sin caer en el melodrama.
Para esta película Almodóvar le
solicitó a Banderas que se olvidara de todo lo que había hecho antes. Quiso
hacer un trabajo desde cero partiendo de un estilo frío de los protagonistas de
los film noir francés, cosa que absolutamente logró, y Banderas con el talento
y la madurez consiente el capricho del director manchego. Algunos críticos
miraron de mala manera la mezcla de géneros del cine, no entendían los
elementos cómicos dentro de la película. Sin embargo cabe destacar que no se
puede hablar de un cine español, netamente español, o italiano, sin el más
mínimo asomo de algún instrumento cómico, sería saltar a otro contexto que nada
tendría que ver con la sociedad española o italiana, rompería con sus
idiosincrasias.
Para algunos un pastel de estilos
y géneros, para mí fue la madurez de su estilo propio.