El día a día es uno de los mayores nutrientes de los escritores, y qué delicia cuando el escritor se deja llevar por esos personajes que surgen de su cotidianidad, es como ponerle un toque de alcaparra cuando se cocina un arroz con pollo.
En el año 1992 nadie se imaginó que el secreto para el éxito de una telenovela fuera darle ese toquecito de alcaparra que conectara a la gente con el sabor de lo suyo. Y fue entonces cuando RCTV apostó por un malcriado dramaturgo como era Ibsen Martínez y un culebrón político como fue “Por Estas Calles”, y el público tuvo la oportunidad de ver la chispa de un escritor a través de un inolvidable personaje Eudomar Santos, escenificado por Franklin Virgüez.
Ibsen era como el chico rebelde en silencio, incomprendido, dando pataletas a los diferentes jefes de dramáticos tanto de Venevisión como RCTV, pero que siempre lograba su cometido. O tal vez era una especie de estrategia maquiavélica donde esperaba el momento indicado para dar a conocer su postura como ciudadano. Porque “Por Estas Calles” sin duda era decir en qué bando se jugaba y por qué, era lanzar un tendedero con los trapos más sucios y mostrar la fragilidad de un país.
Casi 10 años después Ibsen rescata a Eudomar Santos, ese malandro ingenuo, mal hablado, pero con su sabiduría particular y picaresca y lo trae con la obra de teatro “Como vayan viniendo”. El título es el resumen de esa frase que pegó en aquel entonces: “Como vaya viniendo, vamos viendo”. Allí describe claramente una sociedad amante de la improvisación y de los resuelves, una nación que no piensa en el futuro sino que se limita al presente inmediato. Eudomar era ese tonto pendejo, aquel que siempre se la quiere dar de vivo pero termina fuñío, aquel que votó por el gocho en 1988 para que le dieran un trabajo y se quedó esperándolo.
¿Luego de esos 10 años qué sería de la vida de Eudomar?, allí está la gran respuesta en la obra de teatro que trae Martínez en especie de Talk Show con monólogo, y sin duda el mejor trabajo que he visto contra el continuo Alzheimer de los venezolanos.
De seguro para algunos la obra resultaría demasiado política, pero les confieso que hasta lágrimas vi en el público, justo en el momento Franklin Virgüez hace gala de su energía como actor y aprovecha el parlamento para hacer la mayor catarsis en decir lo que muchos callan.
Aquí corroboré que el arte no puede ser complaciente, el arte debe abrir conciencias, ser un espacio de debate, ser corrosiva a veces si es necesario, inclusive generar una bomba en el corazón del público que los deje batiéndose con sus remordimientos hasta ponerlos en orden.
“El personaje más querido en la telenovela era el hombre de la etiqueta, un policía que actuaba fuera del marco de la ley, la gente apoyaba a un personaje que actuaba fuera del marco de la ley”, dice Virgüez en un tono asombrado, y es cierto, hasta yo lo confieso, lo cual sirvió para demostrar que desde aquel entonces los venezolanos no creían en el sistema judicial.
Es asombroso, para mí, como una obra puede generar tantos sentimientos sin tener mucha marcación de movimiento, un diseño de iluminación sencillo y sin escenografía, era solamente la palabra desnudando lo que somos.
La obra tenía tanta mordacidad y sarcasmo contra la falta de memoria del venezolano que sin duda recordé a Cabrujas. Para mí Ibsen Martínez es el pupilo de José Ignacio Cabrujas, su heredero, y esto lo sentí desde sus artículos de opinión, y lo corroboré con los trabajos que divinamente ha entregado al público del teatro este año comenzando con “Petroleros Suicidas”, que también la recomiendo.
Si la gente esperaba una segunda parte de “Por Estas Calles” esta obra “Como vaya viniendo” es sin duda su continuación, y la mejor muestra de que Martínez sabe que el arte no se trata de enlatado sino un desnatado cerebral. Tu deuda está pagada Ibsen.
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